viernes, 25 de agosto de 2017

La bendición del trabajo y del descanso

La bendición del trabajo y del descanso

Raúl Pariamachi ss.cc.

“Y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas
en sus pequeñas manos tus manos poderosas,
y estáis de cuerpo entero los dos así creando,
los dos así velando por las cosas.”
(Himno de Laudes)


¿Un castigo divino?

No sé si a ustedes, pero a mí la primera imagen que se me venía a la mente, cuando pensaba en el trabajo en la Biblia, era Dios aplicando un castigo a Adán por haber pecado: una actividad fatigosa.

“Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida. Él te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo. Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!” (Gn 3, 17-19).

De hecho, cuando más adelante se habla de los patriarcas se dice que Lamec llamó Noé a su hijo: “Este nos dará un alivio en nuestro trabajo y en la fatiga de nuestras manos, un alivio proveniente del suelo que maldijo el Señor” (Gn 5, 29).

Recuperar la bendición

El trabajo como una actividad fatigosa, que sería consecuencia del castigo divino, no es ajeno a la experiencia cotidiana de todas las personas. Es evidente que mucha gente trabaja en condiciones poco dignas, con tareas pesadas, horarios largos y sueldos bajos, sin condiciones mínimas de seguridad, salud y pensión. Pero también la gente que trabaja en mejores condiciones siente la fatiga inevitable del trabajo.

Me parece que la palabra de Dios arroja su luz sobre el sentido del trabajo humano. Sin embargo, para recibir esta luz es necesario cambiar la clave de lectura: dejar de mirar el trabajo solo desde “el pecado (maldición) original” y empezar a verlo sobre todo desde “la gracia (bendición) original”. Es decir, recuperar la enseñanza bíblica sobre el binomio “trabajo-descanso” desde la perspectiva del plan original de Dios.

El relato del Génesis 2-3 se refiere al fracaso del ser humano en su pretensión de prescindir de Dios. Por lo tanto, las palabras que Dios dirige a la serpiente, la mujer y al hombre no deberían ser leídas como un castigo en sentido propio, sino más bien como la explicación de las consecuencias de haber trastocado el sentido de la creación. No se trata de que antes la serpiente volaba y desde ahora tendrá que arrastrarse, que la mujer daba a luz sin dolor y desde ahora tendrá que sufrir en el parto de sus hijos, que el hombre vivía sin hacer nada y desde ahora tendrá que trabajar para ganarse el pan. Se trata de que ahora se impone una carga de fatiga, no como un destino que simplemente debemos “soportar”, sino una situación que podemos “superar” volviendo a Dios.

En las primeras páginas de la Biblia se lee que Dios creó al hombre y la mujer a su imagen y los bendijo: ¡Sean fecundos, pueblen el planeta y gobiernen la creación! (Gn 1, 28). En otro relato se dice que Dios, después de modelar al hombre con arcilla del suelo y soplar en su nariz un aliento de vida, plantó un jardín “para que lo cultivara y lo cuidara” (Gn 2, 15). El ser humano unido con su trabajo a la obra de Dios.

La expresión plena de la participación en la obra recreadora de Dios es la vida de Jesús: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Jn 5, 17). La pasión por el reino de Dios moviliza la vida cotidiana de Jesús y sus discípulos, al punto que no tenían tiempo ni para comer (Mc 6, 31). En una parábola advierte Jesús que será feliz aquel servidor al que su señor encuentre ocupado en su trabajo (Mt 24, 46).

El tiempo sabático

El exceso de trabajo, el trabajo mal llevado o el trabajo poco digno, han contagiado sus problemas al descanso humano. El poco tiempo que tenemos para descansar ha sido “conquistado” por la industria de la diversión, el deporte o el turismo, al punto que a veces “nos cansamos de descansar mal”. Al respecto, la tradición judeo-cristiana también tiene algo que decirnos con vistas a recuperar el sentido del ocio sano.

Volviendo al Génesis, sabemos que Dios realizó su trabajo creador en seis días y el séptimo día descansó: “Dios bendijo el séptimo día y lo consagró, porque en él cesó de hacer la obra que había creado” (Gn 2, 3). Los orígenes pintan la imagen de Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa (Gn 2, 8). Vemos cómo el pueblo de Israel funda el derecho y el deber de descansar en el hecho de que Dios descansa.

El “shabbath” (que significa “cesar” de trabajar) se convierte en un principio clave en la vida del pueblo. El decálogo manda que el séptimo día sea de descanso en honor de Dios: “No harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que reside en tus ciudades” (Ex 20, 10). Es más, en el código de la alianza el descanso alcanza a la propia tierra: “Durante seis años sembrarás tu tierra y recogerás la cosecha; pero el séptimo la dejarás descansar” (Ex 23, 10s). Esta tradición se hace visible en la sabiduría de nuestros pueblos originarios, que se está perdiendo por el avance incontenible de la eficiencia moderna, que nos ha hecho esclavos del “trabajo”, al punto de ser víctimas del “burnout” (síndrome de desgaste).

Por supuesto, en la Biblia se distingue entre el descanso del que trabaja en algo y la ociosidad del que no hace nada. En cualquier caso, el acento no está puesto en el ocio contemplativo de la tradición griega, que permite a las élites sociales dedicarse a la teoría, sino más bien en el descanso espiritual. El pueblo busca el descanso a sus fatigas en Dios: “Sólo tú, Señor, aseguras mi descanso” (Sal 4, 9), canta el salmista.

La palabra de Dios nos invita a recuperar el sentido del trabajo, como participación en la obra creadora de Dios en el mundo, que supone la lucha por condiciones dignas para todos; al mismo tiempo, recuerda la relevancia del descanso, que permite recrearnos como personas, al punto que el propio Jesús dirá a sus amigos: “Venga ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco” (Mc 6, 31). ¡Vamos a descansar!