martes, 4 de enero de 2022

Los desafíos de la Iglesia desde la independencia del Perú

 

Los desafíos de la Iglesia desde la independencia del Perú [1]




Raúl Pariamachi ss.cc.


La aproximación histórica al papel de la Iglesia católica en la independencia del Perú es una cuestión relevante, no solo para la interpretación del hecho de la emancipación, sino también para la autocomprensión de la Iglesia en el Perú bicentenario; en este caso, hablaré acerca de los aprendizajes que sugiere el lugar de la Iglesia en el proceso de la independencia, que presento a manera de desafíos para la Iglesia doscientos años después.


1. Una Iglesia poscolonial                 

 

Una primera cuestión sería en qué medida el legado colonial (J. Klaiber) está presente en la Iglesia actual: “La Iglesia de la época republicana estuvo profundamente marcada por la experiencia colonial”, decía Jeffrey Klaiber en 1988 [2]. Al respecto, es oportuno preguntarse hasta qué punto subsiste una Iglesia agrietada que recrea las clasificaciones que distinguían a la sociedad colonial; hasta qué punto la relación entre pastores y laicos(as) es heredera de la relación patrón-cliente propia de la Colonia; o hasta qué punto se perpetúa el divorcio entre Iglesia y religión en el hecho visible de que la liturgia oficial católica sigue alejada de las expresiones populares de la fe. En cierto sentido la teología de la liberación generó una dinámica de descolonización en la vida pastoral de la Iglesia; sin embargo, el movimiento fue frenado por la política eclesial dirigida desde Roma. Nuevos obispos asumieron su ministerio pastoral desde una mentalidad neocolonial en la Iglesia peruana. Como ha escrito Pablo Suess, “las declaraciones de independencia de países y pueblos otrora colonizados no han eliminado el virus que permite la supervivencia de mentalidades previamente estructuradas en el peligro de recolonizaciones políticas, culturales y religiosas” [3]. Entre otras cosas, es preciso continuar el diálogo de las disciplinas teológicas con los estudios poscoloniales [4].


2. Una Iglesia de la diaconía


Una segunda cuestión se refiere al hecho de que desde fray Bartolomé de Las Casas nunca estuvo ausente el sentido cristiano de la justicia social [5]. Incluso cuando la Iglesia estuvo más asimilada al sistema colonial, hubo quienes se sintieron inspirados por el Evangelio para la lucha contra las injusticias. En una carta al visitador Areche, Túpac Amaru escribió que “los correjidores, siendo bautizados, desdicen del cristianismo con sus obras… son enemigos de Dios y de los hombres, idólatras del oro y la plata” [6]. La Iglesia actual en el Perú está marcada por el giro conservador de hace treinta años, que devino en clericalismo, sacramentalismo y moralismo, descuidando la dimensión social de la evangelización. Durante la pandemia se ha activado en buena medida la diaconía social de la Iglesia, a través de la asistencia urgente con alimentos, medicina y oxígeno (aunque no ha sido una respuesta generalizada de la Iglesia). Sin embargo, se correría el riesgo de recaer en el asistencialismo, si no se incorporan también las dimensiones biopolíticas, socioeconómicas y ambientales de la crisis sanitaria [7], desde la amplia perspectiva del amor político. La diaconía de la Iglesia es profética: un servicio exigido por Dios a través de los signos de los tiempos, que se traduce en un compromiso por la justicia amplia; por lo tanto, que responde no solo al mal, sino también a sus causas.


3. Una Iglesia dialogal


Una tercera cuestión se relaciona con el destacado aporte de la Iglesia a la formación del programa ideológico de la independencia en el Perú. El desarrollo de la ilustración en el s. XVIII tuvo un carácter reformista, pero abrió las puertas al movimiento de la emancipación [8]. Un caso ilustrativo es el padre Toribio Rodríguez de Mendoza, que recorrió un itinerario vital desde su fidelidad a la Corona hasta su juramento por la nueva patria. Como teólogo ilustrado “quiso tender un puente entre la fe y el mundo” [9], valiéndose también de la ideología liberal en la medida que prometía construir una sociedad tolerante y humana. En la Iglesia actual se percibe la crisis del clero, no solo porque se cuenta con menos pastores, sino también porque su formación suele ser básica. En muchos casos, quienes han accedido a una especialización han hecho una teología predominantemente monodisciplinar, intraeclesial y endodogmática, que en buena medida sigue anclada a una actitud preconciliar de Iglesia vs. Mundo. Se trata de una Iglesia todavía clericalista, en la que pesa mucho la mirada teológica de los pastores, que suelen limitarse a alimentar el pietismo de los fieles, con poco que decir a los ciudadanos. Se hace urgente un esfuerzo institucional para la promoción y la apertura de la enseñanza y la investigación de la teología, en diálogo con la cultura y la ciencia.


4. Una Iglesia en la política


Una cuarta cuestión se refiere a que miembros activos de la Iglesia participaron en la emancipación: clérigos, frailes, monjas y laicos(as) [10] intervinieron directamente en las luchas, entablando relaciones entre sus creencias religiosas y sus prácticas políticas. Entre ellos hubo conspiradores, propagandistas, colaboradores e insurgentes (M. Sparks). En la Iglesia actual el aludido descuido de la dimensión social de la evangelización coincidió con el debilitamiento de la organización social y la participación política en la década fujimorista. En las elecciones recientes ha surgido una forma católica de vincular religión y política de tendencia integrista: cristianos que intervienen en la política para defender creencias religiosas y valores morales de la Iglesia, al punto de anhelar un Estado confesional; por lo tanto, la agenda se concentra en valores tradicionales como la vida y la familia, que se reducen a una lucha contra el aborto, la eutanasia y el género (coincidiendo con políticos, empresarios y militares de derechas). Es necesario insistir en un modelo integrador para la participación de los católicos en la política: ciudadanos que intervienen en la política desde su identidad religiosa, que buscan con otros el bien común en una sociedad plural, sin temor al Estado laico; por lo tanto, su agenda amplia considera los derechos humanos, la justicia social y la ecología integral [11].


5. Una Iglesia sinodal


Una quinta cuestión se plantea respecto a la construcción de la república en el Perú. Hace doscientos años se empezó a transitar de un sistema colonial a un sistema republicano, en el que los habitantes no siguieran siendo súbditos regidos por leyes discriminatorias, sino ciudadanos en igualdad ante la ley. El camino recorrido es visto desde distintas perspectivas: se habla así de República inconclusa (R. Chanamé) o de República agrietada (C. Mc Evoy), de República sin ciudadanos (A. Flores Galindo) o de ciudadanos sin República (A. Vergara), etc. Miembros activos de la Iglesia tuvieron un rol destacado en la fundación de esta República [12]. Algunas razones por las que la República no alcanzó sus objetivos han sido bien sintetizadas por Carmen Mc Evoy: “1) El desinterés por el bien común; 2) el desprecio por el otro, a quien se considera inferior; y 3) una incapacidad de tender puentes con los que discrepan de uno” [13]. La crisis sanitaria, con sus múltiples efectos sociales, económicos y políticos que padecemos, está revelando nuestras posibilidades y nuestras limitaciones como país. Como en los peores tiempos, vemos que la clase política –vieja y nueva– recae en los males que apunta Mc Evoy. La sinodalidad de la Iglesia debe desplegarse no solo como una dinámica interna de la Iglesia, sino también como una diaconía social en la realización de la República.


[1] Reproduce mi intervención en el conversatorio “Desafíos del bicentenario: Iglesia e independencia”, en el Encuentro anual de investigación, innovación y creación de la Pontificia Universidad Católica del Perú (6 de octubre del 2021).

[2] Jeffrey Klaiber, La Iglesia en el Perú. Su historia social desde la Independencia (Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1988), 35.

[3] Pablo Suess, “Prolegómenos sobre descolonización y colonialidad de la teología en la Iglesia desde una perspectiva latinoamericana”, en Concilium 350 (2013), 254.

[4] Cf. Stefan Silber, Poscolonialismo. Introducción a los estudios y a las teologías poscoloniales (Cochabamba: Itinerarios Editorial, 2021).

[5] Cf. Gustavo Gutiérrez, En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de Las Casas (Lima: CEP-IBC, 1992), sobre todo la quinta parte.

[6] Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, Colección Documental de la Independencia del Perú, Tomo II: La Rebelión de Túpac Amaru, Volumen 2: La Rebelión (Lima, 1971), 523.

[7] Cf. Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, Informe sobre las causas del elevado número de muertos por la pandemia del Covid-19 en el Perú (20 de julio del 2021).

[8] Al respecto, tendríamos que mencionar no solo a clérigos como José Pérez y Armendáriz, Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Toribio Rodríguez de Mendoza, Francisco Javier de Luna Pizarro, Mariano José de Arce y Francisco de Paula González Vigil, sino también a laicos como José Baquíjano y Carrillo, Hipólito Unanue, José Faustino Sánchez Carrión y Francisco Javier Mariátegui.

[9] Noé Zevallos Ortega, Toribio Rodríguez de Mendoza o las etapas de un difícil itinerario espiritual (Lima: Editorial Bruño, s/f), 27.

[10] Por supuesto, tienen que hacerse precisiones sobre la oportunidad, las motivaciones y las estrategias del clero en el proceso de la independencia del Perú; estableciendo distinciones entre la participación del clero en los movimientos previos (como el caso de la rebelión de Túpac Amaru y Micaela Bastidas), en la primera fase (1811-1815) y en la segunda fase (1820-1824); al mismo tiempo, no se debería reducir el papel de la Iglesia a los clérigos, sino considerar a frailes, monjas y laicos(as).

[11] Cf. Raúl Pariamachi, “La Iglesia y la política: La enseñanza del papa Francisco”, en Intercambio 55 (2021), 46-49.

[12] Por ejemplo, casi un tercio de los representantes del primer Congreso (1822) fueron clérigos; además, su primer presidente fue el sacerdote Francisco Javier de Luna Pizarro, quien sería arzobispo de Lima. Al mismo tiempo, habría que considerar el sentido religioso de congresistas laicos.

[13] Carmen Mc Evoy, “Bicentenario republicano: dolor, resiliencia y esperanza”, en Proyecto Especial Bicentenario de la Independencia del Perú, 25 ensayos desde la pandemia para imaginar el Perú Bicentenario (junio 2020), 18.

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